Sasha Collins odiaba la Navidad, y tenía buenas razones para ello, hasta
que, literalmente, cayó a los pies de su nuevo vecino, el chef serbio
Irek Dragic, quien le enseñó, a fuerza de comida casera, galantería y un
poco de seducción, que la fecha no era solo decoraciones y compras
excesivas, sino estar allí para quienes amas.
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