Caroline Reynolds tiene un fantástico nuevo departamento en San
Francisco, una batidora KitchenAid, y no tiene su O (y aquí no estamos
hablando de Oprah, amigos). Ella tiene una carrera de diseño
floreciente, una oficina con vista a la bahía, una receta de pan de
zucchini que está para morirse, y no tiene O. Ella tiene a Clive (el
mejor gato del mundo), grandiosos amigos, un buen par de bubis, y no
tiene O. Por si no fuera suficiente la ausencia de su O, desde que se
mudó, tiene un vecino obsesionado con el sexo con el más fuerte golpeteo
de cabecera que haya escuchado en su vida hasta altas horas de la
noche. Cada gemido, nalgada, y-- ¿fue eso un maullido?-- enfatiza el
hecho de que no solo no puede dormir, sino que ella todavía está, sí, lo
adivinaron, sin su O. Metan ahí a Simon Parker. (No, de verdad, Simon,
métete.) Cuando el golpeteo literalmente amenaza con tirarla de la cama,
Caroline, ataviada con frustración sexual y camisón tipo baby-doll
color rosa, enfrenta a su vecino al que ha escuchado pero nunca ha
visto. Ese encuentro nocturno en el pasillo tiene, bueno, diversos
resultados. Ahem. Con paredes tan delgadas, la tensión va a ser
abundante... En su tercera novela, Alice Clayton vuelve a darnos su
característica mezcla de lo absurdo y lo erótico. Chachareo, comentarios
mordaces, y gatitos pavoneándose, además del más sexy pastel de manzana
que jamás se ha hecho, están sumergidos en una bañera de hidromasaje y
contrapuestos con el hermoso contorno de San Francisco en esta historia
caliente y divertida de exasperación a primera vista.
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