A sus 17 años, Maya es una chica más o menos normal: su vida se
revuelve entre las ideas de su mamá, los besos y pleitos con Abel, las
tocadas de rock, las amigas, la escuela, las interminables tareas. Hasta
que un día, despierta en un callejón, sola, con la ropa rota, débil y
acostada sobre un charco de sangre. Los cambios que experimenta en los
días que siguen la hacen darse cuenta de que su vida acaba de tomar un
giro violento e irreversible. Ahora debe enfrentarse a su identidad, a
las novedades en su cuerpo y a la responsabilidad que implica una
herencia que no pidió ni esperaba.
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