¿Qué hago yo, Richard Casey, en un pabellón de enfermos terminales? Todo
es culpa del síndrome AAATO (Alguien Allá Arriba Te Odia). Supongo que
ser el Increíble Chico Agonizante a mis diecisiete años es parte del
gran plan que preparó Alguien Allá Arriba.
Pero espera: todavía no muero. O sea, mi deber consiste en mantener la vida con chispa. Así que dedico mi tiempo a asustar a los visitantes del pabellón, irme de farra con el tío Phil y jugar cartas. Por su parte, Sylvie —la hermosa quinceañera de la habitación 302— está en la misma onda, aunque ella tiene un plan verdaderamente extraordinario. Hey, somos chicos; no somos prisioneros en este hospital.
En medio de médicos, mamás tristes, papás iracundos, familiares excéntricos, enfermeros geniales y hasta una «arpía», estamos Sylvie y yo. Un chico y una chica. Y queremos seguir vivos a nuestro modo, bajo nuestras propias reglas, el tiempo que nos quede.
Pero espera: todavía no muero. O sea, mi deber consiste en mantener la vida con chispa. Así que dedico mi tiempo a asustar a los visitantes del pabellón, irme de farra con el tío Phil y jugar cartas. Por su parte, Sylvie —la hermosa quinceañera de la habitación 302— está en la misma onda, aunque ella tiene un plan verdaderamente extraordinario. Hey, somos chicos; no somos prisioneros en este hospital.
En medio de médicos, mamás tristes, papás iracundos, familiares excéntricos, enfermeros geniales y hasta una «arpía», estamos Sylvie y yo. Un chico y una chica. Y queremos seguir vivos a nuestro modo, bajo nuestras propias reglas, el tiempo que nos quede.
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